viernes, 17 de febrero de 2006

Caricaturas

Llevo un tiempo dándole vueltas a cómo enfocar este comentario. Sin embargo no podía dejar pasar la ocasión de comentar el tema más controvertido de los últimos tiempos sobre sociedad y comunicación. Ahí vamos.

Las de sobras conocidas reacciones de la comunidad islámica en muchos países a la publicación de unas caricaturas de Mahoma en Dinamrca han suscitado multitud de reacciones. Algunas afirmaciones que he escuchado me han puesto los pelos de punta. La mayoría de las imágenes que he visto, más aún. El problema, porque es un problema, puede enfocarse desde muchos puntos de vista. Pero lo que es incuestionable es que para hacer un análisis serio hay que entender tanto lo que ha pasado como a los protagonistas de los hechos.

El punto de vista de Occidente

En Occidente, y más concretamente en Europa Occidental, hemos visto cómo en las útlimas décadas los tabúes religiosos han ido cayendo hasta llegar a un punto en el que parece que la religión es un motivo recurrente de mofa. La Iglesia no ha tardado en denunciar esta situación y, leo estos días, aprovecha el tirón para preparar su contraofensiva al inminente estreno de la versión cinematográfica de "El Código da Vinci". Probablemte es cierto que se recurren en exceso a hacer chistes fáciles sobre curas, Dios, Papa... y que en ocasiones estos chistes resultan tremendamente humillantes para los millones de personas que viven su fe de un modo distinto al que tal vez la vivo yo. La fe (la que sea) es algo que me infunde un tremendo respeto en el que se mezclan la admiración ante la fuerza de convicciones y la pasión por unas creencias y el temor ante determinados excesos que tienen consecuencias más allá de la "vida espiritual". El límite entre los aspectos, a mi juicio, positivos y negativos del "exceso" (y disculpen si la palabra no es adecuada) de fe, es difuso y no veo capacitado para establecer un límite de lo que es o no tolerable. Y sin ser capaz de decidir dónde está el límite, sí creo que hay límites y sí tengo claras unas cuantas actitudes que lo sobrepasan del todo. Pero esa es otra historia.

El hecho es que, efectivamente, en Europa conviven estas dos minorías: la de los que creen firmemente y se sienten heridos cuando entienden que sus creencias son motivo de burla, y la de los que, crean o no crean, entienden que determinadas expresiones de la fe son exageraciones susceptibles de tomar a risa. La inmensa mayoría de la gente, sin pertenecer a uno u otro grupo, nos extrañamos de los excesos de aquellos y nos reímos con los de éstos últimos, lo que nos convierte en parte del problema.

¿Y cual es la explicación a que en Europa nos tomemos a cachondeo los temas religiosos, en ocasiones con más saña que sentido del humor? Probablemente porque en Europa hemos padecido durante siglos los estragos de los excesos religiosos. La iglesia se ha alineado con poderes opresores y unos y otros han contribuido a generar más miedo que devoción. Esto supone que en muchos casos se identifique poder y religión y se generen reacciones muy viscerales.

La situación en el mundo islámico

Esta situación nada tiene que ver con la que se vive en los países de mayoría musulmana. Allí estos procesos de apertura política en muchos casos apenas están empezando (y Occidente ha contribuido en más de una ocasión a que la cosa siga así). Poder y religión siguen fuertemente unidos y trabajan con ahínco para convertir el factor religioso en un rasgo identitario. Las escasas clases medias son en muchos casos moderadas e incluso laicas, pero su voz queda apagada ante los discursos de la políticas de masas de sus gobernantes. En esta situació tan complicada es imposible que unos y otros podamos entendernos, pues al hablar de religión o de fe estamos hablando de cosas distintas. Nuestros referentes son distintos y así la comunicación es imposible.

Reacciones violentas
Las consecuencias de este desencuentro las estamos viendo día a día. Pero la violencia con la que se ha reaccionado en algunso países contra la publicación de las caricaturas no tiene por qué ser entendida como algo estrictamente "religioso". Más bien al contrario. Del mismo modo que jamás hubo guerras por amor (Elena de Troya es la cara amable de los jugosos beneficios que dejaba el control del estrecho de Dardanelos), poquitas guerras ha habido estrictamente por religión. La mayoría de las guerras, de los conflictos en general, responden a criterios de poder: ya sea político, económico, social... Los manifestantes que queman banderas de países europeos y asaltan embajadas son la punta del iceberg de una lucha en la que se enfrentan dos maneras de ver el mundo y de gestionar sus recursos. Tanto es así que estas manifestaciones se producen meses después de la publicación de las caricaturas y son instrumentalizadas por gobiernos abiertamente enfrentados a algunos países de occidente. En juego, un modo de vivir, un modo de rezar, pero también el control estratégico de zonas económicamente claves.

¿Libertad de expresión?

¿Y cómo reaccionamos aquí? Muchos, asumiendo que se tratan de desvaríos de fanáticos absolutamente injustificados. No en vano, nosotros somos los avanzados, los democráticos. Y debemos defender nuestro derecho a la libertad de expresión. ¿Pero qué es la libertad de expresión? ¿El derecho a insultar a quien queramos? La libertad de expresión nos garantiza nuestro derecho a expresar libremente nuestras creencias y opiniones, pero, como todas las libertades, con el lógico límite de respetar los derechos de los demás. El insulto, la mofa, el desprecio o la invitación al odio no son derecho de nadie. Resulta curioso que estas caricaturas aparezcan precisamente en el momento en que Europa vive una creciente ola de xenofobia en la que se demoniza al que viene de fuera, supuestamente, a robar, quitarnos nuestro trabajo, poner bombas... No entiendo de leyes, pero sí de oportunidad. La publicación de estas caricaturas, desde mi punto de vista del todo inoportunas, ha resultado oportunísima para quienes obtienen tajada política del odio al otro o del conflicto constante con quien sea. El odio sólo engendra odio. Si permitimos que continúe entraremos en una espiral de la que no podremos salir bien. Y si para cortarle las alas al odio hay que empezar por pedir disculpas, se hace. No en vano, cuando uno hace daño, aunque haya sido con la mejor intención del mundo, se siente mal y se disculpa. Si no por haber hecho lo que consideraba correcto, sí por haber herido a alguien. Pero es que tal vez haya a más de uno por aquí que le interese exáctamente lo que está ocurriendo.

domingo, 12 de febrero de 2006

Mini derechos



La comunicación está en todas partes y en ella participan tanto fondo como forma. Está claro que hay muchos genios del marketing que aún no se han dado cuenta de esto, ni de lo importantes que son las connotaciones en toda acción comunicativa. Seguramente fue una idea brillante hacer llegar a la gente libritos con sus derechos en Europa, para que pudieran llevar siempre encima una demostración de que somos Europa y tenemos derechos. Sí, sí. Pero... ¿Es conveniente hacernos ver que nuestros derechos en Europa caben en la palma de una mano?