Es una coletilla de lo más recurrente cuando soplan los vientos de lo políticamente correcto. Si en un anuncio vemos a una preciosa jovencita (rubia, por supuesto) con problemas para aparcar, el problema no es que los publicistas tengan la gracia en el culo, que carezcan de imaginación o que no sean capaces de explicar qué tiene que ver la rubia y el coche con el desodorante que anuncian. El problema es que ofrecen una imagen estereotipada de la mujer. Si una tienda de bocadillos pone media docena de tíos con boina a competir con sus materias primas, están ofreciendo una imagen estereotipada de la gente del campo. Si la televisión de Euskadi se saca de la manga que son los únicos que pueden devolverle la sal de la vida al único andaluz soso, por supuesto, ofrecen una imagen estereotipada de los andaluces. Sin duda el de las sensibilidades es un terreno peligroso. Y más aún cuando se trata de publicidad.
No vamos a negar que hay anuncios con muy poquita gracia. Como en los peores chistes, se recurre demasiado a menudo al tópico para ganarse la simpatía del comprador a costa de un tercero. Lo que tampoco podemos hacer es cogérnosla con papel de fumar y montar un boicot cada dos por tres. La creatividad implica en ocasiones asumir ciertos riesgos y presumir un cierto grado de sentido del humor que, ciertamente, nos está faltando últimamente. Y presuponer buena intención y poco tino al anunciante produce menos úlceras que imaginar maquiavélicas conjuras para injuriar a colectivos a diestro y siniestro.
Malos humos
Vamos a suponer, por ejemplo y ya que estamos con el tema, que yo me fijo en una campaña, una cualquiera, digamos.., la del Ministerio de Sanidad y Consumo sobre la Ley de medidas sanitarias frente al tabaquismo y reguladora de la venta, el suministro, el consumo y la publiciad de los productos del tabaco (tela el nombrecito de la ley antitabac... ups!).
El anuncio en cuestión nos muestra a dos fumadores que son.., pues como todos los fumadores: cabreados, imcomprensivos, intolerantes... Con una tremenda cara de mala leche nos explican que no hay quien entienda lo de los espacios sin humo. Vamos, sólo les falta decir que el humo no molesta y que a quien no le guste que se aguante. ¿Es esto dar una imagen estereotipada de los fumadores? Por supuesto que no. Aunque haya un par de raritos que respeten las prohibiciones, que pregunten a los que tienen a su alrededor si les molesta el humo antes de encender el pitillo o que incluso se alegren de que no se pueda fumar en el trabajo, el 99,99% de los fumadores creen que esta ley es un ultraje que atenta contra su esencia como persona y ante la que deben defenderse fumando en los ascensores, echando el humo en la cara a las viejecitas y pasando cigarrillos de contrabando en las guarderías para lograr futuros adeptos.
Hace solo unos meses había otra campaña que me parecía mucho más divertida. Un señor le estornudaba a un fumador en la cara para hacerle notar que su humo le resultaba molesto. Resultaba más contundente, refrescante (sobre todo refrescante) e ilustrativo que ver a dos tipos con cara de mal follados quejándose y añadiendo crispación a un clima que ya de por sí está bastante caldeadito. Distintas maneras de afrontar una misma problemática, distintas maneras de comunicarlo, distintas maneras de tomárselo. Que viva la diversidad.
2 comentarios:
Me gustaria quedar para charlar alguna vez...me has parecido diferente, vivo..
Muchas gracias. Y felicidades por tu blog. Cuando quieras.
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