La prenda que ha hecho saltar chispas en Turquía no han sido unas bragas ni pertenece a la alegre muchachita de mejillas sonrosadas. Se trata de un pañuelo. Un pañuelo que en una edición de la famosa obra (la literaria) cubre la cabeza de la abuela de Clara en una ilustración. El problema es que ha sido esta edición, precisamente, la que ha incluido el ministerio de educación turco en una lista de lecturas recomendadas para los niños. ¿Cómo ha llegado el redactor de El Mundo del pañuelo a las bragas? Es un misterio que leyendo y releyendo el texto de la noticia no podemos desvelar. El hecho de que una edición de Heidi no incluya ninguna ilustración en la que se vean las bragas de la niña no implica censura de ningún tipo. No, a menos que consideremos que dichas bragas suponen un elemento fundamental en la obra. Y me parece que en ese caso sería mucho suponer.
La versión en dibujos animados de Heidi forma parte del imaginario colectivo de toda una generación y se ha convertido en un referente de nuestra infancia como lo fue Marco o la abeja Maya. Y en dicho imaginario, la visión de la niña de ojos enormes bajando a saltos una montaña mientras nos muestra sin pudor una braga-faja de lo más antierótico se ha convertido en un icono tan difundido como el inefable Pichí, la silla de ruedas de Clara o los rumores sobre las posibles relaciones entre el abuelito y la señora Seseman (la del pañuelo), Heidi y Pedro, Pedro y Niebla o Heidi y Pichí. Realmente nos hemos acostumbrado a buscar referentes sexuales en Heidi, quizás probablemente por el hecho de ser un referente de nuestra infancia, un tiempo en el que la televisión infantil era de un blanco inmaculado. Por el mismo motivo, tal vez, la red está repleta de insinuaciones sobre la relación homosexual de Epi y Blas. Puede que el mismo mecanismo actúe en la mente de los políticos polacos al ver indecente al pobre Pinky Winky. Pero eso no es motivo suficiente para inventarnos el titular de una noticia. Eso sí. El momento es oportuno. Y para muestra, esta noticia que nos sorprendió en su día y cuyo tratamiento también daría para comentar largo y tendido.
Lo que está ocurriendo en Turquía tiene interés. Mucho interés. Y resulta triste que para llamar la atención del lector sea necesario provocar con titulares espectáculo basados en insinuaciones y en la propia (y calenturienta) imaginación del redactor. Quizás nadie prestaría atención a la noticia si no se nombraran las bragas. Pero es que las bragas no forman parte de la noticia. Las bragas no están. La Heidi de los niños turcos no lleva bragas. Y si las lleva es sólo en su imaginación. Tal vez los niños turcos pueden fantasear con la idea de que, bajo esa falda hasta los tobillos, Heidi esconde unas espectaculares bragas de encaje. O un tanga. O absolutamente nada. Nosotros la recordaremos siempre con bragas de cuello vuelto. Quizás sea mejor la opción turca.