objetividad.1. f. Cualidad de objetivo.
objetivo, va.1. adj. Perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir.
2. adj. Desinteresado, desapasionado.
3. adj. Fil. Que existe realmente, fuera del sujeto que lo conoce.
4. adj. Med. Dicho de un síntoma: Que resulta perceptible.
5. m. objeto (‖ fin o intento).
6. m. Mil. Blanco para ejercitarse en el tiro.
7. m. Mil. Cualquier otro objeto sobre el que se dispara un arma de fuego.
8. m. Mil. Punto o zona que se pretende alcanzar u ocupar como resultado de una operación militar.
9. m. Ópt. Lente o sistema de lentes de los instrumentos ópticos, colocado en la parte que se dirige hacia el objeto.
Real Academia Española © Todos los derechos reservadosLa historia de la paleontología está plagada de grandes hallazgos y algún que otro chasco que, visto con perspectiva, resulta gracioso, aunque no debió serlo para los implicados. Cuando esta ciencia empezaba a constituirse como tal y las técnicas que hoy utilizamos no existían o estaban en fase de desarrollo, era relativamente frecuente que, ya bien por ignorancia del aspirante a paleontólogo, por anteponer el ansia de un gran descubrimiento al rigor o, en ocasiones, por una bromilla de alguno de sus colegas (apasionante la historia del
Hombre de Piltdown), en ocasiones saltó a los medios un hallazgo espectacular que a la postre se quedaría en espectacular fiasco. Entre ellos tenemos el caso de las quimeras: unos interesantísimos fósiles que hicieron aflorar las más descabelladas teorías sobre la evolución pero que, a la postre, quedaron en nada al descubrirse que no se trataba de los huesos de un único animal extraño sino de varios de sobras conocidos. Así, por ejemplo, al igual que la
quimera de la mitología era cabra, serpiente y dragón en uno, el fósil que fuera durante un tiempo bautizado como
homogalluscapri pasó en un santiamén de eslabón perdido a marranote perdido cuando se descubrió que eran los huesos de un hombre neolítico que murió al derrumbarse un pajar mientras fornicaba con una gallina ante la mirada expectante de una cabra.
Lo del
homogalluscapri es una chorrada que me he inventado (lo del fósil, no el hecho de que... en fin) pero la cuestión es que los humanos seguimos montando quimeras tomando de aquí y de allá lo que nos conviene para montar una fantasía interesante para el que la escucha a partir de varias realidades interesantes para los que las vivieron. Lo de la objetividad viene a ser más o menos eso.
Hasta la saciedad he repetido que la objetividad no existe y, de existir, no tendría el más mínimo interés. Es una afirmación en dos partes, aunque rara vez nadie se para a escuchar la segunda. Voy a explicarme a ver si zanjamos el tema de una vez.
Dice el diccionario que la objetividad es la cualidad de objetivo, y objetivo es aquello relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar y sentir. Algo desinteresado y desapasionado. Para los filosófos, y yo no lo soy, es algo que existe realmente fuera del sujeto que lo conoce. Si fuera filósofo empezaría a preguntarme si un arbol que cae en mitad del bosque ha caído realmente o ha hecho ruido. Pero como no lo soy me preocupan las ardillas que tenían su nido en el pobre árbol y no tengo valor de ir a preguntarles su opinión. Como lo que soy es una persona interesada en las personas y en cómo se comunican me centraré en la objetividad en el campo que nos ocupa que es el de la comunicación y, más concretamente, el de los medios de comunicación.
Todos los códigos deontológicos de la profesión periódistica, así como los libros de estilo de todos los medios de comunicación hacen en algún momento referencia a la total sumisión al principio de la objetividad, como una condición irrenunciable de todo trabajo periodístico que merezca tal nombre. Lo que no es objetivo es una manipulación inaceptable que se debe denunciar a toda costa. Y para lograr dicha objetividad se encomiendan a las llamadas "rutinas de producción" que implican básicamente contrastar todas las informaciones y aportar cuanto menos dos fuentes fiables que corroboren la veracidad de los hechos narrados. Los hechos, contrastables y corroborables son la base del periodismo riguroso.
Desgraciadamente para los fanáticos de la objetividad, el hecho objetivo, la realidad filosófica, no pueden comunicarse. El único modo de conocer una realidad es vivirla y conocerla supone percibirla mediante los sentidos y entenderla. Es decir. Relacionarla con lo que ya sabemos e interpretarla en función de nuestros conocimientos previos. Nuestra experiencia de un hecho es, por definición, subjetiva, en tanto que no podemos desligar dicha experiencia de las experiencias previas. Por eso los filósofos que hablan de objetividad se refieren a la realidad "fuera del sujeto que lo conoce" ya que dentro, al entrar en contacto con lo que conocía previamente, ya es subjetiva. Por este motivo dos personas que han vivido una misma situación reaccionan y, evidentemente, la relatan de maneras absolutamente distintas. Por poner un ejemplo, ante el sonido del cascabel de un crótalo, alguien que siempre ha vivido en una ciudad y no ve documentales de La 2 sentirá curiosidad por el extraño sonido, un especialista en serpientes sentirá una enorme emoción ante la posibilidad de encontrar un ejemplar interesante, alguien a quien haya picado una cascabel sentirá pánico y un niño buscará emocionado el sonajero con el que jugar. Cuatro personas ante una misma realidad, cuatro experiencias distintas.
Pero quizás estoy hilando muy fino. Vamos a olvidarnos de filosofías y a suponer que nuestros periodistas se encuentran ante un hecho que podrían vivir todos más o menos del mismo modo. Para cumplir con su mandato de objetividad deben acercarse al hecho de forma desapasionada y desinteresada, con independencia de la propia forma de pensar y sentir. El buen periodista, el periodista objetivo, es el que nos informa sin pensar ni sentir. Determina qué es noticia sin pensar ni sentir. Le da una jerarquía dentro del medio sin pensar ni sentir. Le asigna un espacio y unos recursos gráficos sin pensar ni sentir y, sin pensar ni sentir, busca las fuentes de información, contrasta, corrobora... para, siempre sin pensar ni sentir, escribir finalmente una pieza totalmente objetiva. Qué profesión más interesante la que puede realizarse sin necesidad de pensar ni sentir.
Todas las acciones que he nombrado, seleccionar, jerarquizar.., son labores constantes del periodista y son, por definición, subjetivas. A mi medio de comunicación le pido que me proporcione información de aquellos acontecimientos que ocurren más allá de mi entorno inmediato pero que pueden afectarme de algún modo. y espero que al hacerlo se tomen la molestia de pensar y sentir qué puede serme más útil. Y si lo hacen apasionadamente, tanto mejor. Que lo hacen interesadamente debo presuponerlo si no soy un ingenuo ya que los medios son empresas con objetivos (económicos, políticos, sociales...) claros y sus redactores personas con intereses e inquietudes. Y no hay nada más estúpido que pretender que alguien pueda olvidarse de sus inquietudes e intereses mientras hace su trabajo. Yo no puedo. Y por eso trabajo inquieta e interesadamente, pensando y sintiendo sin parar. De una forma total y naturalmente subjetiva.
Pero vamos a suponer, a mucho suponer, que hubiera una forma de observar el mundo y explicarlo sin pensar y sin sentir. Que pudiéramos encontrar unos criterios totalmente objetivos y el modo de aplicarlos en la observación de la realidad. En tal caso, un mismo hecho sólo podría explicarse de una forma. La forma objetiva. Un trabajo mecánico que ante unos mismos hechos nos daría resultados idénticos. Y así, las noticias se organizarían siguiendo funciones matemáticas que otorgarían importancia a los hechos en función del número de personas afectadas, la proximidad del hecho con el lector, el porcentaje de probabilidades de que algo así ocurra... En ese medio, probablemente, que unos señores derribaran un muro en Berlín hace unos años no tendría cabida ya que se derriban muros a diario. O la muerte de un señor de ochentaytantos años se descartaría por habitual, aunque dicho señor hubiera enternecido a medio mundo años atrás con sus penetrantes ojos azules y su sonrisa socarrona. El día que inventen el medio totalmente objetivo, que no me busquen. Será una noticia que de forma sentida, pensada, interesada y apasionada no querría escribir jamás. Porque cuando le pido a alguien que me cuente algo espero que ponga en ello su punto de vista, su experiencia, sus conocimientos previos, sus sentimientos y, por supuesto, toda su pasión. Qué menos.
(Imágenes añadidas a petición de la concurrencia)Aprovecho para recomendar a todos los interesados en este tema la lectura del libro
Les trampes dels periodistes, de Francesc Burguet i Ardiaca.