Siempre he tenido claro que no me iba a ganar la vida con la música, pero tampoco pensé que llegaría a estos extremos.
El asunto es que iba yo tranquilamente en mi moto cantando el aria de la pira de Il trovatore (lo que viene siendo un paseíto en moto de lo más normal) cuando un agente de la urbana me detiene. Vamos, que me manda parar. Bueno, en realidad yo ya estaba parado en el semáforo y lo que me ha pedido es que me adelante hasta donde estaba el coche patrulla, pero si digo que la policía me insta a moverme hubiera sido un titular mucho menos efectivo.
En fin. Que ahí estaba yo, sobre mi moto, junto al coche patrulla, pensando que me iban a hacer soplar cuando el agente se dirige a mí con una sonrisa de oreja a oreja y muy amablemente me pregunta que con quién hablo. Me ha pillado totalmente descolocado y a puntito he estado de poner mi mejor acento de El Adelantado Don Rodrigo Díaz de Carreras para contestarle "¡Con usted, hombre. Con usted!". Entonces ha afinado más y me ha preguntado, siempre sonriendo, si en el semáforo estaba hablando o qué hacía. "¡Ah!", he contestado. "Estaba cantando".
Ahí al hombre se le escapa la risa y me pregunta si soy barítono. Yo no sabía de qué iba la historia y ya estaba buscando cámaras ocultas pero he mantenido la entereza y la sonrisa para contestar sin ningún tipo de petulancia que lo que soy es tenor. El agente, siempre sonriendo, me ha preguntado entonces que dónde cantaba. He estado a puntito de decirle que, para desgracia de mis vecinos, básicamente en la ducha, pero finalmente he señalado hacia el edificio del que había salido hacía dos minutos y le he dicho que justo allí había una escuela de música. A continuación me ha preguntado si me importaba quitarme el casco.
Por un segundo me he imaginado que el agente pretendía que me pusiera cómodo para darle un concierto pero enseguida he caído en la cuenta de que lo que quería era ver si llevaba puestos unos auriculares. Parece ser que el buen hombre ha visto a un gilipollas hablando sólo encima de la moto y en vez de pensar lo normal, que aprovecha el ruido del tráfico para cantar ópera a todo pulmón sin que nadie se cosque (ahora me diréis que nunca lo habéis hecho...), se ha pensado que estaba hablando por teléfono a través de un manos libres.
Cuando ha visto que efectivamente no llevaba nada en las orejas (ni entre ellas, según parece) me ha explicado que recientemente paró a un actor que iba recitando para sí no sé qué de Dulcinea. Lo cual demuestra que practicar cualquier suerte de actividad cultural sobre una motocicleta es el mejor modo de llamar la atención de la autoridad y arriesgarse a una multa.
Y allí se ha quedado mi nuevo amigo, parando a otro motorista esta vez para preguntarle por la pegatina de la ITV, mientras yo seguía mi camino con la boca bien cerradita por si las moscas.