miércoles, 31 de diciembre de 2008

Feliz 200... ¿ya es 2009?

2008 se acaba. Para muchos es el año de la crisis. Para éste blog, eso se queda corto. Es probablemente el año en que menos he escrito. Tanto es así, que me parecía hipócrita escribir una felicitación de año nuevo. Si en 2008 apenas he escrito... ¿sería justo ponerme ahora a redactar un post kilométrico (eso sí lo tengo, escribo pocas veces pero cuando me pongo...) como si nada hubiera pasado?

Por supuesto que no. Así que coherentemente con la perrez demostrada este 2008... mi felicitación va un vídeo cutre hecho en dos minutillos, sin guión y, como se verá, sin ideas.

Que 2009 cumpla todas vuestras expectativas (lo siento por los pesimistas...) y que podamos vernos más y mejor.



¡Feliz 2009 a tod@s!

d@lr

miércoles, 3 de diciembre de 2008

La quimera de la objetividad

objetividad.
1. f. Cualidad de objetivo.

objetivo, va.
1. adj. Perteneciente o relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar o de sentir.
2. adj. Desinteresado, desapasionado.
3. adj. Fil. Que existe realmente, fuera del sujeto que lo conoce.
4. adj. Med. Dicho de un síntoma: Que resulta perceptible.
5. m. objeto (‖ fin o intento).
6. m. Mil. Blanco para ejercitarse en el tiro.
7. m. Mil. Cualquier otro objeto sobre el que se dispara un arma de fuego.
8. m. Mil. Punto o zona que se pretende alcanzar u ocupar como resultado de una operación militar.
9. m. Ópt. Lente o sistema de lentes de los instrumentos ópticos, colocado en la parte que se dirige hacia el objeto.

Real Academia Española © Todos los derechos reservados

QuimeraLa historia de la paleontología está plagada de grandes hallazgos y algún que otro chasco que, visto con perspectiva, resulta gracioso, aunque no debió serlo para los implicados. Cuando esta ciencia empezaba a constituirse como tal y las técnicas que hoy utilizamos no existían o estaban en fase de desarrollo, era relativamente frecuente que, ya bien por ignorancia del aspirante a paleontólogo, por anteponer el ansia de un gran descubrimiento al rigor o, en ocasiones, por una bromilla de alguno de sus colegas (apasionante la historia del Hombre de Piltdown), en ocasiones saltó a los medios un hallazgo espectacular que a la postre se quedaría en espectacular fiasco. Entre ellos tenemos el caso de las quimeras: unos interesantísimos fósiles que hicieron aflorar las más descabelladas teorías sobre la evolución pero que, a la postre, quedaron en nada al descubrirse que no se trataba de los huesos de un único animal extraño sino de varios de sobras conocidos. Así, por ejemplo, al igual que la quimera de la mitología era cabra, serpiente y dragón en uno, el fósil que fuera durante un tiempo bautizado como homogalluscapri pasó en un santiamén de eslabón perdido a marranote perdido cuando se descubrió que eran los huesos de un hombre neolítico que murió al derrumbarse un pajar mientras fornicaba con una gallina ante la mirada expectante de una cabra.

GallifanteLo del homogalluscapri es una chorrada que me he inventado (lo del fósil, no el hecho de que... en fin) pero la cuestión es que los humanos seguimos montando quimeras tomando de aquí y de allá lo que nos conviene para montar una fantasía interesante para el que la escucha a partir de varias realidades interesantes para los que las vivieron. Lo de la objetividad viene a ser más o menos eso.

Hasta la saciedad he repetido que la objetividad no existe y, de existir, no tendría el más mínimo interés. Es una afirmación en dos partes, aunque rara vez nadie se para a escuchar la segunda. Voy a explicarme a ver si zanjamos el tema de una vez.

Dice el diccionario que la objetividad es la cualidad de objetivo, y objetivo es aquello relativo al objeto en sí mismo, con independencia de la propia manera de pensar y sentir. Algo desinteresado y desapasionado. Para los filosófos, y yo no lo soy, es algo que existe realmente fuera del sujeto que lo conoce. Si fuera filósofo empezaría a preguntarme si un arbol que cae en mitad del bosque ha caído realmente o ha hecho ruido. Pero como no lo soy me preocupan las ardillas que tenían su nido en el pobre árbol y no tengo valor de ir a preguntarles su opinión. Como lo que soy es una persona interesada en las personas y en cómo se comunican me centraré en la objetividad en el campo que nos ocupa que es el de la comunicación y, más concretamente, el de los medios de comunicación.

Todos los códigos deontológicos de la profesión periódistica, así como los libros de estilo de todos los medios de comunicación hacen en algún momento referencia a la total sumisión al principio de la objetividad, como una condición irrenunciable de todo trabajo periodístico que merezca tal nombre. Lo que no es objetivo es una manipulación inaceptable que se debe denunciar a toda costa. Y para lograr dicha objetividad se encomiendan a las llamadas "rutinas de producción" que implican básicamente contrastar todas las informaciones y aportar cuanto menos dos fuentes fiables que corroboren la veracidad de los hechos narrados. Los hechos, contrastables y corroborables son la base del periodismo riguroso.

El niño y la serpienteDesgraciadamente para los fanáticos de la objetividad, el hecho objetivo, la realidad filosófica, no pueden comunicarse. El único modo de conocer una realidad es vivirla y conocerla supone percibirla mediante los sentidos y entenderla. Es decir. Relacionarla con lo que ya sabemos e interpretarla en función de nuestros conocimientos previos. Nuestra experiencia de un hecho es, por definición, subjetiva, en tanto que no podemos desligar dicha experiencia de las experiencias previas. Por eso los filósofos que hablan de objetividad se refieren a la realidad "fuera del sujeto que lo conoce" ya que dentro, al entrar en contacto con lo que conocía previamente, ya es subjetiva. Por este motivo dos personas que han vivido una misma situación reaccionan y, evidentemente, la relatan de maneras absolutamente distintas. Por poner un ejemplo, ante el sonido del cascabel de un crótalo, alguien que siempre ha vivido en una ciudad y no ve documentales de La 2 sentirá curiosidad por el extraño sonido, un especialista en serpientes sentirá una enorme emoción ante la posibilidad de encontrar un ejemplar interesante, alguien a quien haya picado una cascabel sentirá pánico y un niño buscará emocionado el sonajero con el que jugar. Cuatro personas ante una misma realidad, cuatro experiencias distintas.

Pero quizás estoy hilando muy fino. Vamos a olvidarnos de filosofías y a suponer que nuestros periodistas se encuentran ante un hecho que podrían vivir todos más o menos del mismo modo. Para cumplir con su mandato de objetividad deben acercarse al hecho de forma desapasionada y desinteresada, con independencia de la propia forma de pensar y sentir. El buen periodista, el periodista objetivo, es el que nos informa sin pensar ni sentir. Determina qué es noticia sin pensar ni sentir. Le da una jerarquía dentro del medio sin pensar ni sentir. Le asigna un espacio y unos recursos gráficos sin pensar ni sentir y, sin pensar ni sentir, busca las fuentes de información, contrasta, corrobora... para, siempre sin pensar ni sentir, escribir finalmente una pieza totalmente objetiva. Qué profesión más interesante la que puede realizarse sin necesidad de pensar ni sentir.

Todas las acciones que he nombrado, seleccionar, jerarquizar.., son labores constantes del periodista y son, por definición, subjetivas. A mi medio de comunicación le pido que me proporcione información de aquellos acontecimientos que ocurren más allá de mi entorno inmediato pero que pueden afectarme de algún modo. y espero que al hacerlo se tomen la molestia de pensar y sentir qué puede serme más útil. Y si lo hacen apasionadamente, tanto mejor. Que lo hacen interesadamente debo presuponerlo si no soy un ingenuo ya que los medios son empresas con objetivos (económicos, políticos, sociales...) claros y sus redactores personas con intereses e inquietudes. Y no hay nada más estúpido que pretender que alguien pueda olvidarse de sus inquietudes e intereses mientras hace su trabajo. Yo no puedo. Y por eso trabajo inquieta e interesadamente, pensando y sintiendo sin parar. De una forma total y naturalmente subjetiva.

Paul NewmanPero vamos a suponer, a mucho suponer, que hubiera una forma de observar el mundo y explicarlo sin pensar y sin sentir. Que pudiéramos encontrar unos criterios totalmente objetivos y el modo de aplicarlos en la observación de la realidad. En tal caso, un mismo hecho sólo podría explicarse de una forma. La forma objetiva. Un trabajo mecánico que ante unos mismos hechos nos daría resultados idénticos. Y así, las noticias se organizarían siguiendo funciones matemáticas que otorgarían importancia a los hechos en función del número de personas afectadas, la proximidad del hecho con el lector, el porcentaje de probabilidades de que algo así ocurra... En ese medio, probablemente, que unos señores derribaran un muro en Berlín hace unos años no tendría cabida ya que se derriban muros a diario. O la muerte de un señor de ochentaytantos años se descartaría por habitual, aunque dicho señor hubiera enternecido a medio mundo años atrás con sus penetrantes ojos azules y su sonrisa socarrona. El día que inventen el medio totalmente objetivo, que no me busquen. Será una noticia que de forma sentida, pensada, interesada y apasionada no querría escribir jamás. Porque cuando le pido a alguien que me cuente algo espero que ponga en ello su punto de vista, su experiencia, sus conocimientos previos, sus sentimientos y, por supuesto, toda su pasión. Qué menos.

(Imágenes añadidas a petición de la concurrencia)

Aprovecho para recomendar a todos los interesados en este tema la lectura del libro Les trampes dels periodistes, de Francesc Burguet i Ardiaca.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

El Camino de la objetividad

Han pasado unas cuantas semanas desde que prometí dar mi punto de vista sobre la polémica creada en torno a Camino, de Fesser. Lo heido dejando porque, ya me conocéis, he estado muy liado. Pero también porque me daba la sensación de estar haciendo un "post por encargo" y no me apetecía nada. Cuando vi la película me emocionó muchísimo y me tocó bastante las narices que "la realidad" me estropeara una buena peli. Cuando voy al cine, que es mucho menos de lo que me gustaría por falta de tiempo y presupuesto, voy a disfrutar. Ese es el objetivo número uno. Y por lo tanto me centro exclusivamente en lo que me hace disfrutar. Hubo un tiempo en que iba a los espectáculos a trabajar. Tenía que escribir un artículo o una crítica o analizar si me serviría para una clase. El resultado es que importaba todo menos disfrutar del momento. Que si el argumento se correspondía con la historia, que si los intérpretes transmitían, que si el montaje era polémico... Un rollo.

Hoy procuro sentarme en mi butaca y centrarme sólo en lo que me conmueve. A veces es la música. A veces una sonrisa. Otras una lágrima. Una imagen. Un guiño. Da igual. Decía en un comentario al anterior post que algunos podrían acusarme de ser el idiota que cuando señalan a las estrellas mira al dedo. La verdad es que muchas veces lo soy. Hay ocasiones para disfrutar del cielo y otras para disfrutar de un dedo. Seré un imbécil, pero soy así.

Desgraciadamente hay ocasiones en que mirar el dedo es una auténtica estupidez. Quizás, por mirar un dedo que puedes ver en cualquier otro momento (¿tu propio dedo?) te pierdas la lluvia de estrellas que ocurre una vez al año. O el paso de un cometa que no volverá hasta dentro de 76 años. Pero, ¿quién dictamina qué acontecimiento es el paso del Halley o un avión volando bajo? ¿Podemos objetivar la importancia de algo? Un buen rodeo para llegar al tema de la objetividad que es lo que me preocupa hoy.

Mientras yo escribía sobre lo que me hizo sentir una historia de una niña enferma que descubre el amor ante la atónita mirada de un montón de adultos que no ven en ella sino el reflejo de sus propias obsesiones, en el mundo real se producía un debate sobre quién ha utilizado a quién en el caso de Alexia, la niña a la que Fesser dedica su película y cuya vida, muerte y posterior proceso de beatificación le inspiró la historia.

La familia de Alexia pidió que su nombre no apareciera en la película. El nombre aparece en la dedicatoria final. Muchas personas acusan a Fesser de aprovecharse de la niña para atacar aquello en lo que ella creía. Por su parte, Fesser asegura que es Opus Dei quien se ha aprovechado de Alexia para sus propios fines y afirma que las críticas a la película son la prueba de que con ella ha dado en el clavo. "Seguramente -dice Fesser en una carta abierta- lo que más les desconcierte es el tratamiento objetivo e inusualmente nítido de su modus operandi y les irrite sobremanera comprobar que hasta el último detalle de lo que en Camino se muestra es un reflejo bastante exacto de la realidad, de sus contradicciones y de su insostenible discurso". Antes, durante la promoción de la película, el director la había calificado como una "radiografía del Opus Dei".

Sigo pensando que la película es fantástica y recomendándola a cuantos me preguntan por ella. Pero desconfío de todo el que se llena la boca con palabras como objetividad, reflejo exacto, radiografía, realidad... He visto casi todas las películas (todos los largometrajes y varios cortos) de Fesser y he disfrutado muchísimo. Me parece que tiene una forma muy especial de contar historias que hace mucho bien a nuestro cine. Y por supuesto creo que, como todo artista, tiene todo el derecho del mundo en dar su opinión sobre el Opus, la Iglesia o cuanto considere apropiado. Lo que personalmente me cuesta entender es porqué esa obsesión suya (y de tantos otros) en vender SU verdad como LA verdad. Si hubiera dicho que se trataba de su visión de la vida de Alexia y de Opus Dei, ¿valdría menos la película? Si hubiera cumplido el deseo de la familia de no nombrarla en los agradecimientos, ¿sería menor su impacto? ¿Y realmente podemos utilizar la reacción de determinados sectores de la sociedad como un indicador de la veracidad de la película? El argumento me recuerda a las discusiones del patio del colegio cuando algún listillo soltaba un "a fulanito le gusta menganita" y cuando el tal fulanito se le abalanzaba decía "si se enfada es que es verdad". No había que ser un lumbreras para anticipar la reacción del Opus ante la película. ¿Realmente le ha sorprendido algo de lo ocurrido a Fesser?

La cosa se complica aún más cuando pensamos que una película es, entre muchas otras cosas, un producto de consumo que busca un beneficio económico. La polémica aumenta la repercusión del producto y se convierte en publicidad gratuita. Todo el que hubiera querido contar la historia que nos propone Fesser se habría encontrado con dicha polémica así que no es de extrañar que la productora lo tuviese en cuenta y lo aproveche. Lo que me parece absurdo es hacerse los sorprendidos. Porque, aparte de la película en sí, nada en esta historia es sorprendente. No es sorprendente que hoy en día se haga una película en la que Opus Dei sale mal parado. No es sorprendente que éstos reaccionen atacando la película. No es sorprendente que se genere una gran polémica que lleve a más gente al cine. Lo sorprendente es que yo esté perdiendo el tiempo con esto.

Algún día hablaré de lo que realmente me interesa de toda esta historia. Será cuando me apetezca y en varios posts. Os adelanto algunos temas:

- De una vez por todas y para no volver a darle vueltas al asunto: la objetividad no existe y, de existir, no tendría el más mínimo interés
- El tsunami de lo políticamente correcto, el papel de los intelectuales en la sociedad contemporánea y la idiotización de las masas
- Tolerancia y religión

Y de paso, algún día retomaré el tema de la infidelidad que dejamos a medias, diré alguna cosa sobre las elecciones en Estados Unidos, hablaré de derechas e izquierdas y, si me animo, hasta de la crisis.

Fesser: "El Opus Dei ha utilizado para sus fines el calvario de una niña" · ELPAÍS.com

Web de Opus Dei

Página de los amigos de Alexia González Barros