Hacía tiempo que no me asomaba al blog. Es algo habitual en mí. Uso las herramientas de que dispongo cuando y como me apetece y no me fijo (ni permito que me fijen) objetivos ni plazos. Y las cosas que se hacen cuando apetecen, suelen quedar en un segundo planto cuando falta tiempo. En este caso ha habido que añadir otra falta a la de tiempo y na ha sido la falta de ganas sino la falta de ánimo. Me viene ocurriendo desde hace un tiempo que me acuerdo de escribir cuando algo me cabrea. La indignación me despierta el hambre de gritar a los cuatro vientos cómo me siento y por qué. Seguramente el primer medio de comunicación lo improvisó un troglodita cabreado con las dificultades de encontrar cuevas decentes o lo chungo que se había puesto encontrar algún bicho decente que pasarse por la piedra pulimentada (por supuesto, estoy hablando de cazar cosas para comer).
Aquel día debió ser un momento importante en la historia de la humanidad. Dos trogloditas indignados coincidieron en lo alto de un cerro y empezaron a explicar a todo el mundo por qué estaban indignados. Uno había tenido tiempo de reflexionar por el camino y tomar cierta distancia, así que expuso los hechos con humor y espíritu autocrítico. El otro seguía cabreado como una mona (su bisabuela, quizás) y se dedicó a gritar, gesticular y poner a parir a todo el que se le puso por delante. Al primero lo llamaron monologuista y nadie le hizo puñetero caso. Al segundo lo llamaron tertuliano y acabó trabajando para los trogloditas que aspiraban a ser jefes de la tribu.
Toda esta tontería para decir que, si bien cuando me indigno tengo ganas de escibir, suelo esperar a que se me pase el cabreo (por salud mental, propia y ajena) pero con enorme riesgo de que, una vez las palabras dejan de escocerme en la punta de la lengua, encuentre cosas más urgentes en que emplear mi tiempo y pase de escribir.
Pero es que últimamente estoy tan, tan indignado con todo que no podía dejar pasar el momento. Oigo conversaciones y me indigno. Enciendo la tele y me indigno. Y lo más chungo de todo es que sólo converso con gente cuya opinión me interesa y sólo pongo canales que me gustan (o me disgustan poco). Así que me indigno sobre todo con lo que me resulta más cercano. ¿Qué pasaría si me pusiera a hablar con gente que me cae mal o sintonizara esos canales que siempre me han dado grima? Si no fuera muy pronto para hacer chistes sobre el tema diría que algo así debió pasarle a alguien cerca de las costas japonesas, pero resulta de mal gusto el mero hecho de insinuarlo, así que no lo haré.
¿Y por qué estoy escribiendo, pues? Pues porque me apetece. ¿Ya se os ha olvidado el primer párrafo? ;) Coñas aparte, escribo ahora porque dos goticas (gotas pequeñas, no tías con tatuajes mal acentuadas) insignificantes han colmado el vaso de mi indignación. Hoy casi todos los periódicos traen en portada las declaraciones de nuestro querido ministro de trabajo advirtiéndonos de que nos esperan "dos lustros" (sí, el tío ha dicho lustros, quizás porque parece más suave que una década, diez años, 120 meses o 520 semanas que suena a embarazo larguísimo) de "moderación" y "sensatez" salarial. Moderación y sensatez. Dos palabras que me encantan siempre que no vayan al lado de mi sueldo. Porque... Un sueldo moderado sé lo que es y no me mola. Pero ¿un sueldo sensato? ¿Qué coño es un sueldo sensato? Para un empresario uno bajo. Para un padre de familia uno que le permita llegar a fin de mes. Para mí, uno que reconozca mi valía, algo que implicaría un sueldo absolutamente insensato... En fin. A lo que el ministro se refiere es a unos salarios que permitan a las empresas aumentar su margen de beneficios y, por tanto, hacer crecer la economía del país. Porque esa es la economía del país. Al menos la economía del país en el que el Sr. Gómez es ministro. Una economía que crece cuando las empresas aumentan sus beneficios a costa de que los trabajadores acepten sensatamente una reducción de su poder adquisitivo. Nada nuevo. Ni siquiera es nuevo que venga de alguien que asegura pertenecer a un partido de izquierdas.
Seguramente volveré sobre el asunto algún otro día en que esté menos cabreado. Aunque tal vez ya se me haya pasado y no lo haga. Tal vez os ahorre frases del tipo "así también soy ministro yo" o "siempre acabamos pagando los mismos". Puede que ni siquiera relacione esta noticia con el hecho de que hoy mismo los europarlamentarios hayan rechazado una moción para congelarse el sueldo y viajar en clase turista (en realidad no me parece mal que vuelen en primera ni creo que el sueldo de un eurodiputado sea exageradamente alto teniendo en cuenta la responsabilidad que tienen: lo que me jode es que no tengan ni idea de lo que quiere la gente a la que se supone que representan, como demuestra el resultado de la citada votación). Sinceramente, creo que no me faltarán noticias nuevas con las que indignarme, así que es probable que no necesite volver a este asunto.
El otro asunto que ha desatado mi indignación se produjo ayer. Más bien dicho, hoy. A las 0:15 de la mañana ha sonado el teléfono. Quien me conozca ya se imaginará que no me han despertado porque es raro que me acueste antes de las dos. Aunque más raro aún es que me llamen a esas horas, así que no me he imaginado nada bueno y me he asustado bastante. Para mi tranquilidad primero, asombro después e indignación sin solución de continuidad, se trataba de un comercial de Vodafone ofreciéndome no sé qué de una ADSL. Ahora pensarán que lo de los sueldos es peor. Pues no lo es.
Los empresarios intentan obtener el máximo beneficio con la menor inversión posible desde siempre. Y que un gobierno en vez de defender al trabajador les ponga las cosas bien facilitas también es habitual. Es indignante, pero no es nuevo. Lo que sí es nuevo es que las mismas empresas que presionan a los políticos para poder bajarte el sueldo, que el dinero de tus impuestos vaya a subvencionar sus inversiones o que les permitan prácticas monopolísticas con las que subir indiscriminadamente los precios, te lo restrieguen por las narices llamándote a tu casa cualquier día de la semana y a cualquier hora para ofrecerte una y mil veces un producto que ya les has rechazado por activa y por pasiva. Y además quien te llame sea una persona en un uso horario con sueldos aún más bajos y leyes laborales más permisivas que ni siquiera sabe a dónde llama. Es curioso que uno de mis yermos arrebatos de indignación previa tubiera que ver con una ley sobre los servicios de atención telefónica de las grandes compañías, que tenía buena pinta pero que seguramente se quedará en lo mismo que la ley para regular la publicidad telefónica de hace un par de años, cuyos resultados podemos ver en la anécdota que viví anoche.
En fin. Que vuelvo a la carga. Que en los próximos días iré desgranando varias de las cosas que me están indignando. Entre otras cosas porque veo crecer la indignación a mi alrededor. Y me indigna que estemos todos indignados pero no pase nada. Tal vez si gritamos a los cuatro vientos lo indignados que estamos empiecen a pasar cosas.
4 comentarios:
Miya, yo llevo así un monton de tiempo, sobre todo, desde que, en lugar de tener 28 comuniones que fueron las que tuve hace 3 años, este año tengo 4, si, 4, mi sueldo ha bajado hasta tal punto que me veo en la esquina con una bolsito, y no precisamente decorando el moviliario jejeje, me rio por no llorar...el sueldo no sube, pero sin embargo, el sabado pedí dos bombonas de butano y me clavaron 28 euros, es decir, han subido de un dia para otro, 80 centimos, que no es ná...yo por mi parte empecé hace tiempo a exar curriculossss, porque la cosa anda jodida en miprofesión, como en otras muchas..así que yo ya, he pasado de indignarme a comerme los codos, asustada...en fin, un beso, al menos algo dulce...
Yo tampoco entiendo que no haya reacciones. ¿Es porque cobramos tan poco-mal-y-tarde que hemos de buscarnos varios curros y no queda tiempo ni energías para protestar? ¿Porque si no eres de los afortunados explotados estás demasiado deprimido para salir a la calle? ¿Porque la burocracia para hacer cualquier gestión es tan farragosa-surrealista que nos come la energía?
¿Abrimos una página en Facebook: "¿Y a ti qué te indigna?" a ver qué sale?
Un beso, Su, guapísima.
P.D: D@rl, a ver si te cortas el pelo. Vaya pintas!!
Te has pasado catorce pueblos, Dalr. Claro que quizás lo que pretendías era "compensar" tus meses de silencio, claro; porque llevabas callado un montón de tiempo.
Pero bueno; puestos a "comentar", pues eso; que me apunto a ese calificativo de Indignado con el que das título a tu regreso, sí. ¿Y quién no? Así que escrito queda, para que conste. Lo malo del caso es que la solución no aparece por ningún lado, y las expectativas a corto plazo son muy preocupantes, mucho. Para acabar, no sé si desearte que te dure un tiempo la indignación, porque de ese modo, podremos leerte... Bueno; mejor cambio el deseo por otro: Que no haga falta que estés indignado para que escribas, que tus seguidores queremos seguir leyéndote. ¿Vale?
Pues a mí lo que me indigna es que os pongáis a hablar de lo que os indigna, como si os interesara el contenido del artículo, cuando nadie me ha dicho nada de lo realmente importante... ¿A que mola el rediseño del blog? :P
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