La fiesta de la democracia ha acabado. En estos momentos miles de ciudadanos observan los resultados de las elecciones desde la alegría de sentirse ganadores (ellos sabrán de qué), la frustración de la derrota (idem) o la mayor de las indiferencias. Algunos están de fiesta ante las sedes de los partidos que los representan. Otros ocupan plazas precisamente porque no se sienten representados por los partidos. Hay 68.286 personas que pueden celebrar que tienen trabajo como concejales los próximos cuatro años. De ellos, un buen porcentaje lo serán por primera vez, lo que implica que hay unos cuantos miles de personas que acaban de perder el trabajo de sus últimos cuatro (o más) años. Sin embargo estos datos apenas afectarán a los datos del paro. Pocos llegan a concejal desde las listas del paro y menos áun pasan por el Inem tras dejar el cargo. 8.084 personas accederán a una alcaldía en los próximos días aunque sólo unos cuantos miles lo saben ya a ciencia cierta. Otros tendrán que pactar. Y en adelante... ¿En adelante qué?
Debo confesar que hacía mucho tiempo que no me interesaba tanto por unas elecciones. Esperaba estos resultados con una extraña mezcla de pesimismo e ilusión que me han tenido en una paradoja asfixiante. Una paradoja de la que no me han sacado los resultados.
No soy un iluso. No esperaba ningún milagro. Pero esperaba algo. Y creo ver algo en los resultados de las elecciones, aunque seguramente no es el algo que esperaba y menos aún el que deseaba. Lamentablemente tampoco llegué a concretar qué esperaba y qué deseaba, y creo que ahí está la clave de mi desasosiego.
Están pasando tantas cosas estos días que no estoy teniendo tiempo de digerirlo todo. Es cierto que algunos políticos y periodistas están teniendo aún más problemas que yo, pero eso no es un consuelo. En cualquier caso no pretendo ponerme ahora a intentar entender todo lo que está pasando. Sólo apuntar cuatro cosas sobre los resultados de las elecciones.
Para empezar, es cierto que en términos generales el PP ha ganado las elecciones en tanto que ha sacado más votos que nadie (8 millones y medio, frente a los 6 y cuarto del PSOE, 1,4 de Izquierda Unida o 770 mil de CiU). Sin embargo también es cierto que en sus plazas fuertes, donde ha estado gobernando en los últimos años, han perdido votos. Desde mi punto de vista este es un factor importante: mucha gente vota contra aquel que considera responsable de la mala situación, normalmente quien gobierna. El PP debe tener muy en cuenta que muchos de sus nuevos votantes no les dan la confianza sino que castigan al PSOE. En los discursos no he visto esta reflexión (tampoco la esperaba) ni pizca de autocrítica en los lugares donde gobernaban y han perdido voto. Buena forma de asegurarse seguir perdiéndolos.
Si el PP es el ganador de las elecciones el PSOE es el perdedor. Sin paliativos. Millón y medio de votos perdidos y con ellos algunos de sus bastiones históricos. Sin embargo, a la hora de hacer autocrítica, balones fuera. La culpa es de la crisis internacional y, si han hecho algo mal ha sido no saber explicarle a la gente que la culpa es de la crisis internacional y que, por supuesto, ellos no tienen ninguna responsabilidad en la crisis internacional. Y luego el esperado pero no por ello menos doloros "hemos entendido el mensaje". Llevo años oyendo a los políticos esa frase y jamás han hecho luego nada que demuestre que realmente han entendido una mierda. Zapatero demuestra en sus propias explicaciones que no ha entendido nada. El problema no es que la gente no le haya entendido cuando afirmaba que la crisis era culpa de otros. El problema es que la gente quiere gobiernos (estatales, autonómicos, muncipales...) que actúen ante dicha crisis, sea culpa de quien sea. Señalar con el dedo hacia otro lado servía en el patio del colegio pero no a la hora de gobernar. Y eso sin entrar en que en mayor o menor medida nuestros gobiernos SON corresponsables de una crisis que, cuanto menos, no supieron prever, prevenir, identificar ni contrarrestar. Ni que decir tiene, solucionar.
Antes de dejarlo por hoy, no puedo evitar hacer una reflexión sobre las acampadas de estos días y su repercusión o no en las elecciones.
Es evidente que las movilizaciones de estos días no han sido determinantes en los resultados electorales. Pero creo que sí han dejado una huella. Sutil si se quiere, pero quizás importante.
En la última semana hemos visto como algunos políticos y muchos de sus portavoces mediáticos (opinadores, tertulianos y otras hierbas) menospreciaban los movimientos ciudadanos. Simpatizantes de muchos partidos se sumaban lentamente a este estado de ánimo lanzando mensajes irónicos en las redes sociales. Al mismo tiempo, otros políticos y tertulianos se regodeaban afirmando que los manifestantes eran votos para sus respectivos partidos, creyendo que podrían redirigir el descontento general en favor de sus intereses. El resto han guardado silencio.
Pasadas las elecciones, la tónica es la misma. Algunos políticos han lanzado indirectas jocosas sobre lo que consideran escasa o nula influencia de las movilizaciones. Lo que no ha habido ni antes, ni durante, ni después es reflexión o cuanto menos curiosidad por lo que está pasando. Respeto por las personas que muestran públicamente su descontento con un sistema que les da la espalda.
Sin embargo sí creo que hay unas consecuencias visibles de esta indignación. Para empezar, lo ya dicho sobre los partidos gobernantes. La mayoría de los que gobiernan han perdido votos, lo que demuestra que el descontento no se queda sólo en las plazas. La gente castiga con el voto y si bien ahora lo hacen del único modo que permite el sistema (votando al rival de quien gobierna mal) cada vez hay más gente dispuesta a buscar alternativas más radicales.
A este respecto me parece significativo el aumento del voto en blanco y el nulo. Es cierto que no se puede generalizar (especialmente con el voto nulo, que en ocasiones se produce por error). Pero 125.000 votos nulos más que el año pasado no son una casualidad. Ni 150.000 nuevos votos en blanco. En total el voto en blanco ha superado con creces el medio millón, convirtiéndose en la quinta fuerza política del país. la combinación de voto nulo y blanco se acerca al millón de votos, lo que supone casi un 5% de los sufragios emitidos. Una subida equivalente a la de estos comicios en las próximas elecciones pondría a estas opciones muy cerca de la tercera fuerza política del país. Todo ello sin sumar los votos que hayan recibido candicaturas más pequeñas y que respondían a ideas similares, como Ciudadanos en blanco, que han logrado 37.000 votos y 4 concejalías que, por primera vez, quedarán vacías.
Las elecciones han acabado pero todo está igual que la semana pasada. Hay muchísimo descontento en las calles que se ha visto reflejado en las urnas. Algunos han votado para fastidiar al que manda, otros han votado en blanco, otros han votado para que no salga una determinada opción, otros a partidos radicales, otros a partidos sin ninguna posibilidad de salir, otros en blanco o nulo, muchísima gente se ha abstenido y hay incluso quien ha votado al partido que considera que lo hará mejor. Tras la resaca de esta noche quedará la misma sensación de vacío que en ocasiones anteriores. Esa sensación que te queda cuando se marcha con lo que quería ese amigo al que hacía cuatro años que no veías y se ha presentado sin avisar para pedirte un favor. Cuando pase el estupor volverá la indignación. Y ahí es importante que sigamos contando con un espacio donde reflexionar, imaginar un mundo mejor y luchar por hacerlo realidad. Eso, o sacarnos un billete sin retorno para Islandia, que en esta época del año tiene un cielo gris plomizo precioso.
Más información: mir.es
1 comentario:
Lo del cielo plomizo es tentador, pero voy a quedarme con la primera opción
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