Francia ha dicho no al tratado de constitución europea. Ha sido el primero pero no será el último. Era previsible que algo así ocurriera en alguno de los "grandes" de Europa. Mucho más, habida cuenta el modo en que se ha explicado el tratado. Lo que resulta sorprendente es que las instituciones europeas no estubieran preparadas. Los mensajes que han ido lanzándose en las últimas horas han sido cualquier cosa menos esperanzadores.
La Unión Europea está viviendo su peor crisis en el momento en que debiera vivirse la mayor euforia. Una constitución es mucho más que un tratado, en tanto que articula las bases de un proyecto común basado en derechos y deberes iguales para el conjunto de la comunidad. Los que creen que Europa va más allá de una zona libre de aduanas, de un espacio económico y monetario común, deberían haber acudido entusiasmados a las urnas. Sin embargo, o este colectivo no existe o la constitución se ha vendido fatal.
Es absolutamente cierto que no se está votando la mejor constitución del mundo. Tiene enormes carencias que descontentan a todos. Sin embargo es probablemente la mejor constitución posible en estos momentos. Unos momentos que, probablemente visto lo visto, no son los más adecuados para plantear una constitución.
Si poner de acuerdo a dos personas es a veces una tarea imposible, poner de acuerdo a 25 países con culturas tan dispares es un auténtico milagro. El hecho de que sus gobernantes estubieran dispuestos a firmarla, pese a las renuncias que dicha firma implica ya hace que el tratado en cuestión merezca nuestra consideración. La frialdad (cuando no directa animadversión) con que los pueblos la han recibido constata de nuevo lo alejados que están los políticos de los ciudadanos, y debe llevarnos a reflexionar.
Si los políticos han podido ponerse de acuerdo pero no han convencido al pueblo sólo puede significar dos cosas: o ya no son representantes adecuados de esos pueblos, o no han sabido explicar lo que estaban haciendo. Tal vez las dos cosas a la vez. El hecho es que todo el que asegura que debe votarse sí a la constitución lo hace con la boca pequeña, mientras los partidarios del no se permiten gritarlo a los cuatro vientos y utilizar argumentos, en ocasiones de muchísimo peso, que no encuentran respuesta en los partidarios del sí. Hay que votar sí porque votar no es estar en contra de Europa. El viejo discurso de la descalificación y el miedo que esconde una preocupante ausencia de argumentos y liderazgo.
Es probable que no sea el momento de una constitución para Europa. Es muy probable que la Europa que nos están vendiendo sea una fachada para embellecer una simple unión económica que ya está encarrilada y por tanto nadie quiere tocar. Si es así, ya va siendo hora de que alguien nos lo explique para que podamos bajarnos de un proyecto que no tendría nada que ver con los ciudadanos de a pie. Pero si realmente queremos y creemos en una Unión Europea, un conjunto de pueblos unidos por un proyecto común desde sus enormes diferencias, es imprescindible un cambio de rumbo que empieza por sustituir lo que es mío por lo que ha de ser nuestro y, por supuesto, por una paulatina y firme cesión de soberanía por parte de los estados.
El Mundo: 25 pruebas a superar
Le Monde.fr : Le non gagne en France, la ratification du traité continue en Europe
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