Si como publica hoy El Mundo, "Bruselas quiere el registro obligatorio de todas las comunicaciones electrónicas", volvemos a tener fandango con el tema de la privacidad.
No soy especialmente paranoico. No creo que nadie pueda beneficiarse de saber qué hago en la red, ni con quien me comunico o por qué canal. Me preocupa más saber qué pasa con esos registros, quien puede acceder y de qué modo. Pero si algo me preocupa sobremanera es esta tendencia que corre por todo el mundo "civilizado" de justificar cualquier cosa aludiendo a la seguridad. La seguridad ha de ser una herramienta para vivir en libertad, no la excusa para coartarla.
No voy a minimizar la importancia de luchar contra el terrosimo, la pederastia o la trata de blancas, por destacar algunos delitos detestables que en muchas ocasiones se articulan a través de la red. Sin embargo, ni podemos hacerlo a cualquier precio ni mucho menos podemos utilizar esta lucha para justificar lo que nos dé la gana. Probablemente una ley de la patada en la puerta facilita la detención de criminales, así como la tortura propicia confesiones que hacen caer bandas terroristas. Sin embargo creemos que hay unos derechos que están por encima de prácticas que sin duda facilitarían la labor policial pero que son totalmente inaceptables.
Entre derechos, sin embargo, puede haber conflicto. El derecho a la seguridad entra en conflicto con el derecho a la intimidad. Es difícil saber dónde tenemos que ceder para garantizarlos ambos. Ante la duda, creo que lo prudente es buscar alternativas que permitan la prevención de delitos sin penalizarnos a todos. Pero claro, si aceptamos que cualquier usuario de CD-r debe pagar un canon "por si acaso lo quiere para piratear...", lo que no deja de ser pasarse por el forrillo la presunción de inocencia por un delito económico, ¿qué no seremos capaces de tragar cuando lo que esté en juego sea nuestra propia seguridad? Tela.
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